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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

martes, 26 de enero de 2016

EMBLEMAS


ὄνομα ἄρα διδασκαλικόν τί ἐστιν ὄργανον καὶ  διακριτικὸν τῆς οὐσίας (Κρατύλος, 388bc)

Traduzco: 
"Luego el nombre es un cierto instrumento didáctico y diacrítico de la esencia" (Sócrates en el Crátilo).

O sea, y respetando en parte la interpretación de la canónica edición de Gredos (Diálogos, II): el nombre sirve para enseñar y distinguir lo que las cosas son y no son. Recordad que es la misma palabra (ὄργανον) la que usan los peripatéticos para agrupar las obras lógicas de Aristóteles.

Esta consideración de la palabra como herramienta a la que podemos dar distintos usos se concuerda bien con el segundo Wittgenstein al que refería la ponencia de Amelia. 


Alguna vez he pensado que todas las concepciones del lenguaje contemporáneas, naturalistas, analíticas, convencionalistas, constructivistas..., están ya en el Crátilo platónico, sólo que como gérmenes, sin desarrollar. ¿Qué posibilidad no calculó el divino ateniense?

En la reunión de la Quinta planteé -no me hicisteis mucho caso- el acercamiento de la filosofía a la retórica. En verdad, Platón no practica la dialéctica en su obra exotérica (y de la obra esotérica, de "lo oculto de Platón", no tenemos más que rastros, que han permitido a los eruditos una especulación tan vana como interminable). Es decir, no practica un método riguroso de destrucción de hipótesis que ofrezca una sinopsis jugando sólo con ideas. Aristóteles tenía por ello fundados motivos para considerar su lógica de la demostración una analítica y reservar la palabra dialéctica para una lógica de lo probable o plausible (de plauso, aplaudo), que es lo que al filósofo de verdad le interesa.

Lo cierto es que Platón usa -y abusa- de argumentos retóricos, como el argumento ad hominem cuando Sócrates arremete contra el relativismo de Protágoras diciendo que si cada hombre es la medida de la verdad, entonces todos tienen ya el conocimiento y no se justifica que cobre por enseñar. En el Teeteto reduce el homo mensura de Protágoras a un individualismo solipsista, cuando esa tesis cabe entenderla -y seguramente así lo hacía el abderita-  como una tesis política, y entonces remite razonablemente al consenso como criterio plausible sobre asuntos disputados (pongamos el ejemplo contemporáneo del aborto voluntario).

Francisco J. Fernández protestó cuando José Moral Torralbo (prometo desde ahora recordar el apellido materno de mi tocayo) insinuó que debíamos ladearnos más bien hacia la literatura que hacia la ciencia. Desgraciadamente, la gente entiende hoy por "literatura" la novela (esa épica de la vida burguesa), el periodismo (y no precisamente el buen periodismo) y poco más, tal vez algo de poesía. ¡Malos tiempos para la lírica, algo mejores para el teatro! Pero junto a la lírica, la épica y la dramática, los griegos, los indios, los chinos, cultivaron también la literatura sapiencial. 

Propongo que rehabilitemos, la tradición gnómica, subgénero de la literatura sapiencial, que arranca con las sentencias de los siete sabios e incluye a Esopo. Esas máximas han sido agrupadas por Antonio Navarrete (colega de la Uned) en un hermoso libro, Frases célebres y anécdotas de los antiguos griegos (2011). Mas no tenemos por qué ceñirnos sólo a la literatura occidental. Promiscuidad de géneros y promiscuidad de culturas. Sin perder de vista, naturalmente, que la tradición que ha dado lugar al teatro crítico, la ciencia ascética y la democracia igualitaria ha sido la nuestra.

La literatura gnómica cuenta en España con un importante reservorio medieval, sobre todo en aquel verdadero arranque de la modernidad, y de las universidades, que fue el siglo XIII. Libros de máximas y de apólogos que yacen criando polvo en las bibliotecas. Desde las cancillerías reales de la corte castellana se impulsó una labor de traducción de obras didácticas, del latín, hebreo o árabe, que, según la mentalidad medieval, reunían un saber concebido como un todo completo y cerrado. Proverbios, consejos, Flores de filosofía, y no veo por qué hemos de despreciar los Dichos de los santos padres, una sabiduría con un claro sesgo práctico que se puede verter en formato twitter. Como la frase de Platón que ahora mismo tuiteo, para dar que pensar, mayormente.


La emblemática que se desarrolló en el sur de Europa entre el XVI y el XVIII, arrancando de los famosos 99 epigramas de Alciato, tampoco es moco de pavo. Un emblema es una imagen enigmática provista de una frase o leyenda que descifra un sentido moral oculto en verso o prosa. Son encantadores por ejemplo los Emblemas morales de Sebastián de Covarrubias que me bajé gratis de la Red en la bellísima edición digitalizada de 1610. A mí me gusta por ejemplo explicar a mis alumnos por qué a Ocasión (el kairós o sentido de la oportunidad, tan relevante para sofistas o para Aristóteles) la pintan calva.

Emblema de la Ocasión, Alciato.
A continuación transcribo para vuestro deleite, modernizando la grafía, la interpretación de la mona mirándose al espejo (Nulli non sua forma placet; o sea, A nadie disgusta su forma), del libro de Sebastián de Covarrubias que he citado:

Siendo la mona abominable, y fea
si acaso ve su rostro, en un espejo
queda de sí pagada, y no desea
otra gracia, beldad, gala, o despejo.
La malcarada, se tendrá por dea,
del rostro acicalando el vil pellejo,
y cada cual, de gloria deseoso,
Lo feo le parece ser hermoso.
Centuria I N 4



1 comentario:

Ana A dijo...

Me parece que esa discusión sobre si la filosofía debe inclinarse
a retórica, ciencia, literatura....son deformaciones
El "divino" Platón hacía todo al mismo tiempo, y se puede considerar
el fundador de una disciplina, la filosofía, que ni él mismo
se preocupó de fundar. Hay de todo
en los diálogos platónicos: analítica, dialéctica, retórica, ciencia, literatura y filosofía. Evidentemente la clasificación de los saberes nos puede preocupar hoy
después de siglos, pero sabemos de sobra que la preocupación platónica no era la etiqueta o el
estante en el que depositar sus libros en la biblioteca.

A propósito ¿por qué pintan calva la ocasión?