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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 22 de mayo de 2016

ENSAYÁNDONOS




                                                De izda. a derecha, Francisco J. Fernández, JBL, Ana Azanza y Martín Ruiz

Manolo Madrid, sociólogo que trabaja en el Ayuntamiento de Úbeda y amigo de la Quinta por parte de padre, me invitó hace meses a organizar una tertulia o mesa redonda sobre el "Ensayo como género literario". La verdad es que yo me quedé con la sustancia "Ensayo" y me olvidé del adjetivo "literario", supongo que porque en los últimos tiempos he tendido a considerar el ensayo más bien como un género filosófico; distinto de otros que tal vez deberíamos agrupar bajo el título común de género gnómico o didáctico: aforismo, epigrama, diálogo, carta (epístola), confesión, autobiografía intelectual, memoria, tratado... Así que me extrañé bastante cuando Francisco J. Fernández inició su intervención protestando por lo de "literario", aunque no creo que sea porque considere que "los acontecimientos consuetudinarios que acontecen en la rúa" resulte más "literario" que "lo que pasa en la calle", referencia con la que empezó celebrando a Machado, en una ciudad en la que todavía se escuchan las psicofonías del gran poeta y filósofo.


Verdad es que lamenté la escasa asistencia al acto, después de molestar, haciéndoles quemar tiempo y gasoil, a los protagonistas a los que comprometí: Ana Azanza Elío (a la que pido perdón porque ni siquiera aparece en el programa oficial), Martín Ruiz Calvente, y el citado Francisco J. Fernández. Pero ya se sabe que "uno es para mí como muchos si es el mejor" -según sentenció el Príncipe melancólico de Éfeso-, y los asistentes fueron selectos, incluido José Moral Torralbo, la concejala de cultura del Ayuntamiento Helena Rodríguez, el citado Manolo Madrid, Elvira Mª Gª Linares y Gisela Destefanis, esta última haciendo de reportera gráfica. Echamos de menos a Emilio López Medina, bien es verdad que Emilio ejerce de aforista y tratadista, no de ensayista. Pero cualquier acto relativo a la filosofía actual en Jaén tendría que contar con él.

José Moral animó la última parte de la tertulia planteando la radical cuestión: por qué va a ser preferible la página llena de cagaditas de mosca a la página en blanco... A fin de cuentas, Sócrates fue el padre de la Ética y el abuelo de la Filosofía sensu stricto, ¡y Sócrates no escribió nada!

Tampoco Jesús. Podríamos ser aún más radicales acordando con Lao Tse, autor de esa que Kant llamó "monstruosa filosofía" o "monstruoso misticismo", el taoísmo: ¿por qué va a ser preferible la palabra al silencio?

Respondo. Porque el más completo silencio humano es el de los cementerios.


                     De izda. a dcha.: Ana, Helena, José Moral, Elvira, Martín, JBL, Ana Azanza, Gisela y Francisco J. Fernández

¡Pero verdad es también que lo pasé pipa! No hablo por los demás, pero tampoco creo que los aburriéramos. Estos tipos -ponentes o profesores- están curtidos en la tarea de lidiar con el escepticismo -cuando no con la indiferencia- del interlocutor, han leído mucho, y se han entregado por vocación (tal vez suicida, seguro que antieconómica) a poner en marcha la duda, o la razón crítica que a la duda conduce. No se conforman con la calderilla de los prejuicios, los tópicos, lo políticamente correcto, las consignas progres o conservadoras, y para eso, para pensar libremente, sin duda, hay que tener un par...

Como Francisco J. Fernández había escrito unas palabras ad hoc, después del acto yo le pedí que me las mandara en la luz, cosa que hizo con diligencia agustiniana. Así que me limito a reproducirlas en esta crónica:


EL ENSAYO COMO GÉNERO LITERARIO

Empecé mi exposición mostrando mi falta de acuerdo con el título mismo de aquello que nos reunía, culpabilizándome incluso de haber sido en algún momento eso que tanto odio: un fantoche literario. ¿Cómo argumenté mi disconformidad?
Que el ensayo es un género literario es una obviedad, claro está, pero suponer que utilizo el ensayo para hacer literatura es algo que me niego a hacer, aun cuando haya quizá incurrido en ese error. Y decía que me parecía que esto último era probablemente la intención de los organizadores del acto.
En este momento recordé a Machado, cuando, en el Juan de Mairena, se pregunta a uno de los alumnos que diga con otras palabras la siguiente frase: “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, y contesta: “Lo que pasa en la calle”. Pues bien, cuando nos ponemos en plan literario en vez de “salir de la habitación” “abandonamos la estancia”, porque nos entra el prurito de la literatura, esa cosa.
Mencioné el ejemplo de Aristóteles y su prosa científica (áspera como la lija), que resalta con la elegancia asiática (que diría Ortega) de Platón. Y recordé que aquello que podemos leer de Aristóteles no es más que el conjunto de escritos privados que el Estagirita utilizaba para sus clases en el Lyceo, habiéndose perdido su obra exotérica o pública, cuyos fragmentos nos permiten no obstante darnos cuenta de que su estilo no estaba demasiado alejado del de Platón, es decir, que, cuando Aristóteles quería publicar algo, cuidaba del lenguaje.
Por último, alabé el estilo de algunos filósofos: Descartes, Hegel, entre los clásicos, y del siglo XX a Wittgenstein (Frege consideraba que el Tractatus era un hallazgo más bien literario que filosófico) y Althusser, cuyo estilo comparé con la escultura, tan cinceladas están sus palabras. Condené asimismo el de algunos otros (Kant y Husserl, este último verdaderamente insufrible), y creo que dejé de mencionar al segundo Heidegger, insoportablemente engolado.
Después me referí al ensayo como un género abierto (el espíritu de sistema no anida en el ensayo, venías tú [o sea, yo] a decir), pero donde, a mi juicio, la apertura (o dispersión) no hay que buscarla de primeras, sino hallarla de últimas, pues todo ensayo ha de ser un fracaso (un pecio, el resto de un naufragio), y aquello a lo que me niego es a apostar por el fracaso en vez de a caer en él (el mejor libro de Ortega, La idea de principio…, inacabado).
Querido Pepe, espero que estas torpes anotaciones te ayuden a redactar tu crónica, seguro que, al hacerlo, transformas esa torpeza en brillantez.



Después de esta discreta afectación de modestia de Fran, tengo que dar fe (todo lo "brillante" que pueda hacer relucir a mi fe) de que Francisco J. Fdez. piensa profundo y escribe elegante. Su librito sobre Leibniz es una delicia. Ya nos hemos referido en este blog a Los huesos de Leibniz.

Francisco tuvo además la amabilidad de participarnos su nuevo proyecto inspirado por la única frase que se recuerda del sofista Licofrón. Como nos contó, de Licofrón apenas se sabe lo que de él dice Aristóteles en su Física: opinaba que había que eliminar el verbo "ser" con tal de cortar por lo sano toda discusión ontológica (valga el anacronismo) en que estaba empantanado el pensamiento clásico (¿el actual ya no lo está?).

No sé cómo los neopositivistas no han hecho santo a Licofrón. Tal vez porque no creen tampoco en la santidad. La idea de Francisco es resucitar a Licofrón buscando una forma "literaria" (en este sentido sí vale la literatura) con la cual dar cuenta de sus clases de ontología o metafísica a los alumnos de bachillerato, una especie de diálogo platónico, pero no por homenajear a nadie, sino porque sería la fórmula hallada para localizar lo que Hegel llamaba la Voz del Poeta.

Quedamos a la espera.




Grabado del manuscrito original de Ulzurrun. 
La leyenda dice: "Carlos Rey de las Españas y
de la noble Casa de Austria, fue elegido con 
el voto unánime de los electores, el año 1519". 


Ana Azanza fue valiente y franca, como es ella. Describió su experiencia personal, su educación en "la Edad Media", que no supongo muy distinta a la que recibimos otros en colegios religiosos de los sesenta; su tesis doctoral sobre un tema filosófico del XIV; su meritorio estudio, transcripción y traducción, de la obra de Miguel de Ulzurrun Sobre el régimen del mundo (1525); y su memoria-confesión, tan personal: Diecinueve años de mi vida caminando en una mentira: Opus Dei, voluminosa crónica vivida que publicó la editorial El Olivo (2004).

Habló también de su obra digital en distintos blogs, portales telemáticos que reciben miles de entradas y son consultados por miles de lectores en todo el mundo, entre ellos Espíritu y cuerpo, que a día de hoy arroja un historial de más de 101.000 visitas.

Ana nos habló brevemente de cuatro filósofas que la han marcado: Simone Weil, Edith Stein, Hannah Arendt y Rosa Luxemburgo, sobre todo Hannah. A propósito de Edith Stein se refirió a esos "encuentros" que los surrealistas consideraron como algo misterioso, más causal que casual, algo que encanta significativamente y aclara la esencia de nuestro deseo y de nuestro destino, su ósmosis corporal y espiritual.

Martín Ruiz Calvente, al que conocí primero por su sobresaliente escritura ensayística en las páginas del diario Jaén, se refirió a su obra erudita, que, como toda obra erudita, sólo los eruditos leen (¡gracias, Martín, por tu separata sobre la obra de Antonio Muñoz Molina!), para luego comunicarnos su giro generoso, su compromiso pedagógico, con una filosofía más cercana al lector medio, a las necesidades educativas y, en fin, a los problemas de la vida social en el tiempo en que transcurrimos. Es lo que ensayó con su obra D. Antonio Machado, profesor. La educación en su época y en la nuestra (2014). Obra que, contrastando como reza el subtítulo aquellos polvos con estos lodos, trae a colación el testimonio documentado del pasado y ejerce la crítica para afrontar problemas educativos reales y concretos de nuestras aulas, así como las erráticas políticas educativas que los profesores padecemos.

Lo último que ha publicado Martín es un atractivo cuaderno en el que, en una prosa sencilla y casi poética ("a lo Gloria Fuertes", dijo él a burlaveras), enseña los derechos y obligaciones más humanos a los niños. Un instrumento bilingüe que sin duda puede ser muy útil en muchas escuelas y cuyo gasto de autoedición esperamos consiga amortizar.

En cuanto a mí, yo creo que el ensayo nace, como la filosofía socrática, de la duda, pero no se enroca como el nihilismo en ella, explora, busca. Es un sujeto pensante y viviente el que intenta orientarse allí en su tiempo, sin resolverse. Cuando me comunicó su intención Manolo recordé un trabajo del maestro Cerezo en el que éste se refiere, magistralmente (como él sabe tan bien hacerlo), al sentido histórico del ensayo. Sobre esto he creado una síntesis (dejando a un lado las referencias al abstruso e insustancial Derrida) en mi blog A pie de clásico, y a ella os remito.

En cuanto a mis otros ensayos (los que no cuelgo en la Magna Malla Mundial), son sobre todo de carácter didáctico: las tres ediciones de Imágenes e ideas, obra en la que pretendo ofrecer un itinerario a la mente, desde la retórica publicitaria a la lógica rigurosa; mi Interpretación de Andalucía, que debería estar disponible en todas o en la mayoría de las bibliotecas de los centros públicos, pues la costeó la Junta de Andalucía. Por cierto, esta obra motivó a Rosalía Romero (miembro que fue de esta Quinta) a conocer la Nueva filosofía de la naturaleza del hombre que apareció firmada por Oliva Sabuco en 1587, y a reconocer su valor histórico.

Los artículos que publiqué durante diez años en el Diario JAÉN (hasta el año 2000) estaban disponibles en la primera etapa de la revista digital El Búho (AAFi). Debo al interés y pericia técnica de mi colega Emiliano Fernández Rueda que allí se empotraran decorosamente. No sé si volverán a estar disponibles pues hoy no he podido entrar en ese depósito.

Mis ensayos sobre las filosofías de Machado, Juan de la Cruz, Giner de los Ríos, Juan Huarte de San Juan, Oliva Sabuco, Gaos, Ímaz, Julián Marías, Wittgenstein están disponibles en la Red. Algunos de mis artículos más densos en la revista ya cerrada A parte rei. La mayoría de manera gratuita, otros en colección a precios supermódicos en Amazon. Otra cosa fueron los Cien Lapos, brevísimos ensayos de tendencia entre estoica y cínica, moralistas y satíricos, que fui redactando primero para la prensa canalla y luego merecieron ser ilustrados por el extraordinario dibujante y amigo del alma Pepe Rodríguez (doctor en Bellas artes).

Lo más cercano ahora es la edición en papel y presentación en junio de mi traducción de L'Amour fou de Breton, publicada por la UNED en homenaje al profesor y amigo Luis Diosdado. Dicha edición contiene seis brevísimos ensayos interpretativos, en torno a las propuestas filosóficas de los surrealistas.

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