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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

jueves, 29 de septiembre de 2016

POLITICA DEL REBELDE



POLITICA DEL REBELDE
 
Dice Michel Onfray en el libro del mismo título:

“El desencanto del mundo da forma a la religión nihilista de nuestra época…No ignoro las fosas comunes soviéticas, los radiantes paraísos de mañana origen de los infiernos de hoy. Sé de las pirámides de cráneos acumulados por el régimen de los jemeres rojos…

Me propongo llegar a un pensamiento de izquierda muy distinto al que han sostenido todos los que tuvieron como leitmotiv el fin de la propiedad privada. Desde la formulación de Babeuf en la Revolución Francesa del “Sistema político de los iguales” hasta el desmoronamiento del muro de Berlín, una parte de la historia en nombre de la izquierda fue una combinación de tragedia, negatividad, sangre y dictadura. La lección de este siglo sombrío para la izquierda que no se contenta con el mundo tal como es, reside en evitar usar la propiedad privada en chivo expiatorio.”


Proudhon es la referencia, elogia la libertad y está en contra de todas las formas de autoritarismo. En su proyecto de sociedad anarquista mantiene la pequeña propiedad privada y huye de la uniformización comunista. La opción libertaria de izquierdas no está obsesionada por las expropiaciones, sino que propone una economía alternativa, hecha de modos de producción paralelos a los del capitalismo.

La idea de fondo es que la economía se ha de poner al servicio de un proyecto de vida en común. La economía hoy ha firmado la sentencia de muerte de lo político, pero la política debe volver, el uso libertario de la economía ha de permitir la vuelta de lo político, arte de vida en común perdido cuando la revolución industrial en cualquiera de sus fases somete los esclavos a sus amos.

Para ello hay que terminar con el nuevo Dios, el capital, y con sus devotos dispuestos a todo, a expoliar y a ser expoliados. Se imponte un “ateísmo capitalista”, que la economía pase a estar en el orden de los medios, no de los fines. La economía nos ha de servir, no puede ser que todos seamos sus sirvientes.

El síndrome de Hecatón, un filósofo estoico criticado por Cicerón, afecta a los que ponen los bienes por delante de la humanidad. Hay que sacrificar, hay que reiterar el holocausto, todos los destruidos por el sistema son las nuevas víctimas propiciatorias para que el sistema funcione. El mecanismo económico absorbe energías, vitalidad, temperamento, tiempo, libertades de muchos para que unos pocos financien un super tren de vida, o lo que es peor, escondan el dinero. No saben que hacer con él, sólo saben que no quieren que nadie se lo quite. Como Gollum.

Para engrosar la masa monetaria virtual, todo son impulsos electrónicos en el mercado financiero mundial, los esclavos de los tiempos modernos son utilizados, humillados y ofendidos y luego despedidos sin contemplaciones. Las masas de capital por su parte no conocen alambradas que separen países, fluidos y plásticos los flujos monetarios distribuyen miseria y riqueza a su paso.

Todas las épocas han puesto la ideología, la filosofía, la religión al servicio del culto que se rinde a la producción. Nuestra religión del capital, dijo Paul Lafargue a principios del siglo XIX, invisible Dios, omnipresente, omnisciente y venerado bajo forma de fetiches que se consideran encarnaciones suyas. El hombre se despoja de sus atributos  y venera su imagen hipostasiada, Dios construido con los trozos de hombre metamorfoseados en brillantes baratijas. La miseria de los hombres ha permitido la santidad del dinero.

Sin participación en esa religión no hay soberanía individual. Los excluidos, los réprobos alimentan el pueblo de los condenados de los que tienen prohibida la riqueza, la posesión y por tanto el ser. Ni la tierra, ni el trabajo permiten la renta o el salario. Hoy sólo el capital trabaja. Raramente la pauperización había sido más cínica y apática, ninguna esperanza para los que tienen nunca que ganar y siempre el riesgo de perder lo poco que poseen.

El culto al capital es inversamente proporcional a la participación de los beneficiarios. El deseo mimético convierte al esclavo en un guardián del templo en el que comulgan sus amos, porque el esclavo, aunque en vano, espera participar algún día aunque sea de los restos del festín.
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Nuestro sistema capitalista planetario es doblemente caníbal: priva a los esclavos de su existencia y hace frágil y precaria su propia esencia. Hoy las descentralizaciones, las deslocalizaciones, las deterritorializaciones, las instancias que hacen posible la desigual distribución de riquezas son invisibles. Sólo se ven sus consecuencias. El capital Dios no se ve. Y es un Dios que exige absoluta veneración, prostitución y esclavitud son los modos de someterse a él. Esclavos y prostituas no son dueños de sí mismos, son propiedad de sus amos, que les proporcionan los medios para sobrevivir, pero nada más.

En el arte de la relación con el esclavo Aristóteles precisaba que el amo debía hacer comprender que ambos tienen los mismos intereses y “una comunidad de destino”. Los ricos son necesarios para alimentar a los pobres, la miseria tiene una función: gracias a ella es posible practicar la caridad.  

Pero los intereses son divergentes, la lucha de clases, la sociedad sin clases es una alucinación, no es posible ni deseable. Nos gusta la diferencia no la desigualdad, no la explotación económica de la desigualdad.
El capitalismo destaca en cambiar el tiempo de los esclavos en dinero para los amos, el trabajador cautivo por el salario miserable, le es necesario comenzar una y otra vez, y callar. Auxiliares de este sometimiento son los créditos necesarios para el endeudamiento, derivados del propio sometimiento de los esclavos a los deseos inducidos por la publicidad. El tiempo que se le quita al esclavo proporciona la sangre del sacrificio y del holocausto fundacional de la religión del capital.

Nietzsche afirmaba que  todo aquel que no disponga de dos terceras partes de su tiempo en total libertad de uso personal, es un esclavo. Hagamos cuentas….

Los economistas han contribuido a crear la metafísica de la necesidad, entre ellos Adam Smith y Karl Marx. Para proponer otro modo de abordar la economía hay que echar abajo esa visión del mundo.

GENEALOGIA ONTOLOGICA DE LA MODERNIDAD ECONOMICA

Todo empezó con el Discurso del Método. El catolicismo retrocede ante el asalto del pensamiento reformado y la filosofía laica. Descartes alumbra un yo que se postula en oposición a Dios. De ahí que podamos hablar de la relación inversamente proporcional entre el desmoronamiento del catolicismo y la elaboración de las condiciones de posibilidad del “economicismo”. Progreso del ateísmo, aparición de la economía y de las teología de las riquezas triviales: movimiento que hará posible la cristalización de la devoción al dinero.

Autonomía de la razón, lectura científica del mundo, reglas para la dirección del espíritu, reciclado del dualismo con los instrumentos de lo que será la razón pura práctica. Se enuncia el proyecto de “hacer del hombre dueño y señor de la naturaleza”. El individuo y su voluntad de poder salen a la luz, bases con las que los primeros economistas dignos de tal nombre elaborarán un nuevo saber.

François Quesnay, padre de los fisiócratas, ya hace una lectura de la naturaleza como algo perfecto salido de las manos de Dios, todo lo malo contribuye a la perfección del conjunto. Los fisiócratas toman un poco del sensualismo de Locke, otro poco del ocasionalismo de Malebranche y acaban formulando una teoría económica que complace al Rey, refuerza la monarquía de derecho divino cuyo papel es luchar contra los factores que alteran el orden natural.

Desvalorizan al hombre pero sobrevaloran la tierra, los fisiócratas legitiman con su teoría económica el orden feudal. Asistimos por primera vez a  una metafísica de la necesidad, y una economía como árbitro, como instancia reguladora del orden fáctico. Quesnay consiguió con su libro “Fisiocracia o Constitución natural del gobierno más conveniente para el género humano” que Luis XV lo llamará “mi pensador.”

Los economistas hicieron la ley, Adam Smith propone los evangelios del liberalismo que conservan la opción fisiocrática de la armonía preestablecida y la teoría de la necesidad. Laissez faire, que la competencia haga su juego, que los beneficios crezcan al compás de la ley oferta y demanda, y que el mercado sea regulado por la mano invisible, metáfora de la metafísica de la necesidad. No se menciona, pero con todo se da a entender que la miseria y la explotación, la pauperización, es necesario, forma parte del equilibrio del conjunto. El capitalismo debe funcionar sin trabas, los obreros tienen trabajo, los propietarios beneficios. La explotación de unos condición de posibilidad de la felicidad de los otros.

Pero el desarrollo desbordado del capitalismo ha llevado al paro, a la pauperización, a la delincuencia, a condiciones deplorables para los desfavorecidos.

A la par que la Revolución Francesa el modelo de la armonía preestablecida y la mano invisible que regula se va diluyendo. Avanza el deísmo, el ateísmo, el laicismo. Todo ello favorece la autonomía de la economía que pasará a convertirse en religión sustitutiva. El modelo cartesiano fue sustituido en el XIX por otro de factura darwinista, el que hoy nos afecta.

Lucha por la vida, selección natural de los mejor adaptados, papel selectivo y saneador de la muerte, variaciones morfológicas para sobrevivir, cruzamientos e hibridaciones. Un vocabulario que sirve de perlas al mundo de la economía. La lucha inmisericorde de las empresas por la supervivencia supone desechos, olvidados de la evolución, los perdedores.
Marx anuncia la autodestrucción del capitalismo anunciada sobre la base del principio hegeliano del fin de la historia. La revolución abolirá las clases, hará desaparecer la miseria, la escasez. Así lo previó, pero el capitalismo es muy adaptable, recurre a la guerra, al colonialismo, al fascismo, al imperialismo, a la sociedad de consumo, la globalización financiera, la uniformización de las conciencias y su “deseducación” consumista.

EL Dios de los católicos desaparecido ha sido sustituido por el dios dinero. Los economistas han tomado el relevo de los oráculos y los teólogos y como tales son escuchados. Un Dios sustituido por otro Dios, pero el ideal ascético sigue vigente: hay que sacrificarse a los intereses del Leviatán económico.

Los economistas fundadores de la disciplina constituyen una nueva Patrología, ellos saben de estadísticas y correlaciones de variables. Prácticamente el catolicismo muerto es sustituido por el economicismo. La economía metafísica de la necesidad se ha convertido en disciplina autónoma que sacrifica lo político y la historia para someter la realidad a la sola ley del mercado. Es imposible modificar el curso de los acontecimientos, hemos de someternos a la evolución de la economía. A ojos de sus defensores, es delito de lesa majestad cuestionar la verdad del dogma. Somos laicos incultos, simples fieles de base, los ciudadanos “no podemos entender” los arcanos de la nueva religión. Para tener derecho a ser ateo hay primero que ser doctor en teología.

El capitalismo desbocado nos sume en la melancolía y la resignación. Sin espíritu de resistencia que se le oponga la economía monoteísta triunfa y triunfará, haciendo realidad una dictadura incomparable.

La Europa supranacional sería el fin de la autonomía de las naciones. Desde Maastricht se promueve la aceleración de la globalización del capitalismo. Una Europa sólo liberal sin entidad política. Sus gestores perfeccionan el arte de la mentira politica, lo importante es que estemos a la “altura” del dólar, aunque nuestra realidad, la española al menos, no corresponda.
Para salir del pesimismo ¿qué solución? El fin del capitalismo nos llevaría a otra dictadura, el fin de la propiedad privada ya se probó sin éxito. Fue el fin del individuo digno de tal nombre.

Proudhon a diferencia de Bakunin o de Marx no profetizó finales de la historia en la igualdad. No a los delirios mesiánicos de Fourier ni a las mitologías societarias de Saint Simon. Proudhon se interesa por una realización inmediata. La economía puede practicarse no por sí misma sino en armonía con el conjunto de actividades humanas.

Los ateos nietzscheanos Deleuze, Guatari, Lyotard han profundizado en la tesis de una nueva economía de medios para ser libidinal, molar, molecular, pulsional, nómada. Han elaborado un material de conceptos con el fin de resolver los callejones sin salida de las contradicciones económicas que plantea el capital y que Proudhon señaló en su “Filosofía de la miseria”

Interés libertario y opción nietzscheana se conjugan en una economía que conservaría el deseo de someter  Apolo a Dionisio mediante la inversión de los valores. Guerra al ideal ascético, del sacrificio en todas sus formas, no a la lógica del resentimiento o de la culpabilidad. Una crítica del cristianismo y del ideal de renuncia que lo acompaña. Una advertencia contra el aumento del poder de la sociedad de consumo, el culto al tener en detrimento del ser, un ataque al liberalismo, a los burgueses, los filisteos, condena del Estado entendido como monstruosidad sin alma.

La resolución del abismo entre valor de uso y valor de cambio la hace Proudhon proponiendo que el la cantidad de trabajo real quede representada en el objeto. Hay que calcular para integrar en el precio real la fuerza de trabajo, cuya posibilidad reside en la efectividad de lo colectivo. Para fijar el precio se tendría en cuenta la energía libidinal y el gasto, el consumo y la vitalidad.
Las máquinas, Marcuse precisó el uso hedonista, liberador y libertario que podría hacerse de las máquinas. El uso de las máquinas es lo que determina su bondad o maldad. La máquina sometida no sólo al interés del propietario también al alivio de las tareas, a la disminución del tiempo de trabajo, la reducción de los trabajos penosos hasta su total desaparición.

La división del trabajo tal como se practica en el capitalismo lleva a realizar tareas repetitivas sin ningún interés. Hay que leer la revolución del trabajo que propone André Gorz en “Metamorfosis del trabajo, búsqueda de sentido”.

La antinomia de la competencia, necesaria  para la fijación de los valores, es la causa de la destrucción de los salarios. El proteccionismo económico es la única manera de evitar que, siendo las reglas de la competencia las que son, un país donde trabajan niños sin derechos se haga con el mercado.

Los impuestos agravan la explotación de la mayoría, sobre la que recae el mayor peso de la presión fiscal. Establecido por los que detentan el poder, el impuesto da a menudo la impresión de ser la ocasión de disminuir la parte de dinero disponible en el hogar a favor de la pauperización que facilita la perennidad del salario y la explotación.

También el crédito tal como es sólo permite que el dinero vaya donde hay dinero, es una forma de hacer dinero con el dinero, no una manera de facilitar el acceso a bienes a los más desprotegidos si no es a un coste muy elevado.

La propiedad de los bienes inmuebles constituye la base de todas las libertades Proudhon no concibe su anarquismo al margen del mantenimiento de la propiedad privada. Pero hoy sólo produce privilegios que permite a los propietarios poseeer cada vez más, gracias a los efectos de la renta mientras que los desposeídos se ven privados del acceso a esta seguridad.

Desde 1846 “Filosofía de la miseria” no ha dejado de tener vigencia. El valor, la calidad del trabajo, la relación con el dinero, la presión fiscal, la espiral del crédito, el derecho a la vivienda, son las bases de las prioridades para una ética política que somete la economía a un proyecto de sociedad. Proudhon propuso talleres en régimen de cooperativa, mutualismo, federalismo, bancos populares, créditos mutuales, democracia industrial en la que surgirían propiedades individuales de explotación junto a una agricultura de grupo, organizaciones cooperativas de servicios para un socialismo libertario.

André Gorz ha propuesto una crítica de nuestro modo de organizar la economía: se puede trabajar “con más sentido”, trabajar menos, mejor y de otra manera. Distinguir entre el ingreso  y la cantidad de trabajo para una economía puesta al servicio de los hombres y de su liberación, de su reapropiación de sí mismos.

Hay que someter la economía a un principio dionisíaco y hacer de ella una técnica que exalte las pulsiones de vida. Basta de rendir honores al ideal ascético y las pulsiones de muerte, basta de someter lo político y la historia a la tiranía de una economía que no tiene otro objetivo que el de acrecentar la pauperización y hacer posible la riqueza de los ricos mediante la mayor pobreza de los pobres.

La sumisión de la economía a la política es una necesidad vital, mientras impere lo contrario, la ley del mercado triunfará dueña y señora, y seremos testigos de carreras desenfrenadas hacia más muertes, sufrimiento y dolor.

El capitalismo es una violencia, la política es una fuerza, y ésta es el único remedio para aquel.

Para arruinarse la vida no hay nada mejo que poner el cuerpo al servicio del trabajo que debe ser recomenzado una y otra vez sin cesar. Todas las civilizaciones sometidas a Tánatos han vivido de ese perpetuo holocausto. El malestar en la cultura tiene su origen en el sacrificio de los deseos individuales en beneficio de la elaboración de máquinas colectivas, el olvido del individuo, la renuncia a los placeres, el sacrificio de la libertad individual, todo ello a cambio de una sociedad obsesionada por la seguridad, autoritaria, castradora y desvitalizante.

Freud ha mostrado en qué medida trabajo y civilización funcionan en contrapunto. Hoy Onfray quiere decir que es posible una política hedonista y libertaria, que es posible disociar esta pareja maldita cuya argamasa es el economismo, religión del capital sacralizado. La economía liberal  obliga a una revolución copernicana, a una inversión de los valores que es una mística y una visión del mundo anclada en la izquierda.

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