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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 1 de enero de 2017

OSCURANTISMO



En “La filosofía de Heidegger, un nuevo oscurantismo” Heleno Saña (1929), filósofo español afincado en Alemania le da un buen repaso al autor de Ser y Tiempo. Lo tenemos por una de las grandes cabezas pensantes del siglo XX y sin embargo son muchos los autores que se han dado cuenta de lo “que no acaba de cerrar” en su vida y obra.


Heleno Saña ha hecho una síntesis muy clara de las influencias y lecturas que hizo Heidegger. Vivió su particular “matar al padre” en relación con Husserl del que fue alumno, adjunto de cátedra y discípulo privilegiado. La primera afirmación que me ha impresionado es que se sirvió de Husserl para medrar, guardó las apariencias mientras le fue necesario para obtener un puesto aunque en privado y por la misma época se despachaba a gusto contra la fenomenología y su creador.
 
Hay bastantes paralelismos y puntos en común entre discípulo y maestro sin embargo un aspecto fundamental los separa: la filosofía de Heidegger se puede catalogar como filosofía del resentimiento. Aunque él pretendiera lo contrario y jugase al despiste, su filosofía tiene una orientación política. Y el resentimiento de Heidegger es el resentimiento alemán tras la derrota de la primera guerra mundial y las duras condiciones del armisticio. Siempre manifestó en el estilo a veces críptico y rebuscado que le caracterizaba su convencimiento de la superioridad de la cultura alemana frente a las demás culturas. Veía a los idiomas latinos incapaces de filosofía y despreciaba secretamente a las potencias vencedoras en 1945.
Frente a ese germano centrismo de sus consideraciones Husserl tuvo una actitud más universal y no estaba por defender el papel especial de Alemania ante el resto de la humanidad.
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Nos confirma Saña en aspectos de los que teníamos noticia: retuerce el lenguaje, se inventa las etimologías de las palabras, oscurece voluntariamente sus propósitos, deforma cuando cita e pensamiento de los demás.

Cuando hay temas importantes, calla. Y Heleno Saña no duda de acusarlo de criptofascista. Se presenta como si fuera el portador de un misterio inaccesible, pero al que tampoco deja acceder. Se cree investido de una misión, sucesor de Hermes prácticamente, da culto al pensamiento originario y la autoridad que concede al pensamiento de los presocráticos es una versión secularizada de la veneración que la teología siente por los textos bíblicos.

Lo auténtico e imperecedero es lo arcaico y remoto, no lo que ha venido después: el pensamento científico, la técnica, el progreso científico, el liberalismo, la sociedad democrática moderna, todo ello encarna lo caído y el olvido del Ser y el imperio del “man”, en alemán del “se dice, se comenta”. Convierte la hermenéutica en instrumento para interpretar a su gusto y hacer pasar por verdades sacrosantas lo que no son sino gustos personales.

Ataca derechamente a Platón, a la Idea, al Bien, a su ética. Y es notable que ni una sola vez en toda su obra dedique una línea al bien.

Si Descartes buscaba la certeza, Heidegger cultiva el misterio. El filósofo español tempranamente desaparecido escribió: el pensamiento de Heidegger tiene continuidad pero no tiene ni puede tener coherencia lógica. Heidegger se muestra contra el Logos en todas sus manifestaciones. Toda su antirrazón pare del dogma de la impenetrabilidad de la esencia del Ser, una posición a la que sólo puede llegar por la separación intrínseca de Ser y pensar. Saquea a Kant para arremeter contra él, lo mismo que hizo con su maestro.


Hay dos poetas venerados y utilizados pro domo sua: Rilke y Hölderlin, la poesía es la forma más idónea para expresar el pensamiento superior y considera que Hölderlin es el poeta de los poetas. “Gerede” es el hablar insustancial de la gente, los chismes, el lenguaje inauténtico, el “se dice”

“Ser y Tiempo” fue concebido en Marburgo /1923-28) y es la versión filosófica de la revolución conservadora predicada por los antisemitas, reaccionarios, racionalistas.
Fue saludado como el acontecimiento filosófico del siglo, a la altura de la Fenomenología de Hegel. Sin embargo expresa y es hijo de su tiempo, el período de entreguerras en el que todo se viene abajo, hay una crisis de los valores burgueses y ascieden los fascismos. La novedad del libro está en la deslumbrante terminología y el no menos deslubrante aparato conceptual.

La sustitución del sujeto por el “ser ahí” ejemplifica bien su rechazo de toda la tradición occidental: le preocupaba el Ser pero nunca culminará su ontología. No quería ser llamado filósofo existencialista, lo suyo no es el hombre sino el ser, y hay que señala que lo suyo era él y su vanidad ilimitada.

Se ha hablado de la tanatología de Heidegger, el tiempo en lugar de ser el tiempo de la entrega a Dios que en él acaba, se convierte en el camino hacia la muerte, hacia la nada. La historia humana es involución, caída. La filosofía heideggeriana es la negación absoluta del escathon cristiano, del más allá o de la liberación del alma. Heidegger se muestra incapaz de admitir los límitees que la naturaleza le ha impuesto y se dedica a negar todo sentido a la vida.

Sartre dijo que la muerte y el nacimiento son hechos vienen de fuera y nos reducen a facticidad, nada podemos contra ninguno de los dos. A partir de ahí se trataría de usar la libertad que uno tiene para llenar esta vida. Pero Heidegger despreciaba olímpicamente a la filosofía francesa y no quería que le metieran en el mismo saco que los existencialistas, a pesar de las evidentes coincidencias.

Según Heleno Saña que no se muerde la lengua la categoría de “ser en el mundo” es una transformación del Lebenswelt del último Husserl. Entre Heidegger y Ortega hay coincidencias en su elitismo y aversión a las masas. También el Ser en el mundo se parece al “yo soy yo y mis circunstancias” que el filósofo madrileño había formulado antes que el alemán.

La célebre Sorge sería otra de sus vaciedades terminológicas. Y viene al pelo una afirmación de Peter Weiss: Desde mi juventud he podido comprobar que las opiniones claras y consecuentes sobre la existencia proceden de quienes la conocen por el duro trabajo que realizan. No era el caso de Heidegger. Aborrecía la vida urbana ajetreada y no hay rastro de sensibilidad social ni por la justicia o injusticia del capitalismo. Era un lugareño de sus bosques “negros” hasta los tuétanos

Aunque habla mucho del Ser predomina la Nada en su pensamiento, un el nihilismo derrotista del que acusa a toda la historia de la metafísica occidental tiene en él mismo un buen representante, porque ante el nihilismo no propone nada concreto.

O sí. El capítulo más duro del libro es la explicación de su relación con el nacionalsocialismo que fue todo menos un despiste pasajero de “intelectual en las nubes”. Sentía admiración por Hitler y pagó su cuota del partido hasta el final de la guerra. Aunque en algunas cartas pretendía lo contrario. Hizo apología del Führerprinzip, “la selección de los mejores y despierta a adhesión de los que han adquirido un nuevo coraje”. Participó en la quema de libros no alemanes instigada por los estudiantes en Friburgo.

Víctor Farias estableció el nexo causal entre su actitud política y su filosofía, lo que sento como un tiro a los filósofos franceses que tenían una gran devoción heideggeriana.

En abril de 1934 dejó el rectorado por falta de capacidad táctica para ejercer el mando, no porque se hubiera desencantado del régimen. Después se desilusionó del III Reich  y jugó la carta del pensador solitario e incomprendido.

Su inclinación hacia la ambigüedad e indefinición en temas clave se mostró en relación al antisemitismo. La ruptura con Husserl data de 1928 pero fue rubricada y sellada cuando el maestro fenomenólogo fue cesado por los nazis. Tuvo enemigos dentro del partido nazi, rces y conflictos a pesar de ser el filósofo alemán de moda.

Admiró a Hitler como admiró a Nietzsche, ambos ponen fin a la etapa humanista, al “olvido del ser”. Los líderes son la respuesta inevitable a la sociedad de masas, expresión del vacío ontológico del mundo.

Hay propensión a la megalomanía, fruto de su complejo de inferioridad tras diversos fracasos de juventud que no asimiló. Tras 1945 falsifica hechos pasados para no reconocer su error. Mostró un indudable talento para la tergiversación. Gozó de tratamiento privilegiado hasta el final del III Reich y en la documentación del Sicherheitdienst sobre su persona nunca se pone en duda su lealtad al partido.

Marcuse y Hassan Givsan que si bien su obra es filosófica no puede eludir su carácter político. La pretensión de una filosofía transpolítica es una maniobra de diversión, tiene ideas de otros de singon nacionalista, antihumanista y reaccionario.

Tras la guerra muchos que lo conocían bien y sabían de sus manipulaciones como Jaspers lo apoyaron y ayudaron a su rehabilitación.

Por último un capítulo que me era desconocido es el de sus conquistas amorosas. Hannah Arendt sólo fue la primera de una larga lista de mujeres con las que Martin Heidegger engañó a su mujer Elfride. Se conservan las cartas en las que ella le reprochaba aventuras y en las que él se justificaba, sin aventuras se secaba su fuente de productividad filosófica. Elfride conservó la fachada del matrimonio perfecto, pero las ausencias de su marido para sus conferencias y sus mujeres no fueron infrecuentes. Sin su perdón y paciencia Heidegger no hubiera podido consumar una obra que la ha hecho inmortal.


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