Contenidos

Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 19 de marzo de 2017

REDESCUBRIENDO GRECIA CON GADAMER



Intensa y con diversas polémicas fue nuestra sesión de marzo. Yo había preparado mi lectura de Verdad y método de Gadamer, siempre a la  búsqueda de lo griego en ese grueso y germánico volumen.
Empecé por las vivencias anteriores a la lectura.
Primero fue uno de los pocos autores contemporáneos en el que tuvimos a bien profundizar en aquellos lejanos años de mi licenciatura.

Segundo, he escuchado en varias ocasiones a Emilio Lledó su experiencia en el Aristóteleskreis seminarios en casa de Gadamer en Heidelberg. Lledó aterrizó con su mujer en esta ciudad, iba con todo el “pelo de la dehesa” que en aquellos tiempos suponía el trasvase de la España de los años 50 a cualquier otro país del norte. Y tuvo la inmensa suerte de participar en aquellas reuniones de sabios donde se leía a los griegos en el original sin traducciones traicioneras. Además de los griegos también me parece que se ocupó en alguna medida de los emigrantes españoles, en todavía peores condiciones que él para el trasvase España-Alemania.
Tercero encontré en you tube sus exposiciones de la historia de la filosofía griega que me emocionaron e hicieron que envidiara la suerte de Lledó en aquellos lejanos 50, participando tan de cerca de la fuente de su saber.


Múltiples y diversos son los conceptos griegos de los que Gadamer se ocupa y sobre todo útiles para una terapia antipositivista y anticientificismo tanto de la filosofía como de la educación. Nos bañamos en un ideal utilitarista de la educación: la educación para el trabajo, para el futuro puesto de trabajo, para ganarse la vida. De acuerdo, pero la educación ni se orienta sólo a ese aspecto ni ese aspecto en el nivel en el que nos movemos es el principal.

Volvemos una vez más a la mímesis o representación teatral. La representación teatral que puede estar mejor o peor hecha y que es capaz de remover sentimientos profundos en la espectadora que soy transformándome, porque ayuda a “sacar” la costra de asuntos sin importancia a los que otorgamos un sitio central en cabeza y corazón cuando no lo merecen. La tragedia griega, una obra de teatro, una representación operística, una buena película o la película oportuna para determinado momento de mi vida son otras tantas ocasiones de terapia si participo en ellas viendo y viviendo la acción.

Remozamos el viejo concepto de teoría que tan mala prensa tiene. Theorein , theoros es el que participa en una embajada festiva y por su presencia obtiene su inmunidad. Theoria es asistir a lo que verdaderamente es, un padecer que nos saca de nuestras casillas y nos puede llevar a olvidar los propios e interesados objetivos.

El entusiasmo y delirio divinos del Fedro platónico sería el mejor ejemplo de lo que significó en tiempos este vocablo griego y la mala fama de la palabra teoría es señal de los destrozos del tiempo sobre el vocabulario original. Unido al hecho de estar por encima de los propios intereses característico del delirio divino viene otro concepto que perdió centralidad filosófica gracias al genio de Kant, el gusto. El estilo, la clase, le charme no se improvisan y no son asunto de clase social, de dinero, de aristocrática procedencia. El buen gusto tan difícil de enseñar, se tiene o no se tiene, y del que tanto sabía Baltasar Gracián que sin embargo no pasa por ser un referente de los modistos y pasarelas internacionales de mayor renombre.

La verdad de la obra de arte que no es la verdad de la ciencia también nos ocupó un buen rato. Hay verdad en ella cuando perdura y nos sigue interpelando a pesar del paso de los años y los siglos. Volvemos al gozo del reconocimiento en la representación, el encuentro con una misma es la mayor alegría, cuando viéndola puedo exclamar. “¡esa soy yo!”. Por motivos evidentes me pasó hace ya en el estreno de la película Camino de Javier Fesser, que tantos éxitos cosechó en los Goya.

El entusiasmado asiste a algo por entero y se olvida las llaves en cualquier parte. Frente al arrebato entusiasmante tenemos nuestro habitual chismorreo o cháchara, el revoloteo, la curiositas que ha alcanzado cotas increíbles gracias a Internet. ¿Quién no ha tenido nunca la experiencia de preguntarse alguna vez: “para que me había yo conectado”? estamos a punto de “plegar” y nos damos cuenta de que la tarea que nos habíamos propuesto se ha quedado sin hacer. Internet y el aburrimiento, Internet y el abotargamiento existencial que nos lleva a ir de flor en flor, de hipervínculo en hipervínculo, desorientándonos.

La representación bien hecha nos lleva más allá del actor fulano o mengano, a su verdad y validez. Para mostrar algo hay que exagerar encima de un escenario y esto se puede aplicar pefectamente a la clase en la medida en que ésta tiene algo de drama escénico, de actuación, hay que destacar lo que se quiere transmitir. Entonces cuando todo es redondo y va rodado, la ordenación metafísica del ser válida para todos nos sale al encuentro. También en una clase es posible, incluso en una clase con adolescentes. Es posible tocar “la ordenación metafísica del ser”.

En cuanto a las lecciones de la ética de Aristóteles hay que decir que Gadamer nos redescubre la critica del Estagirita a la vaciedad de la Idea del Bien platónica. No se identifica excelencia o virtud con conocimiento. El conocimiento, las excelencias del mismo van unidas a las demás excelencias del hombre. El esfuerzo sustenta el valor ético del hombre, el esfuerzo que hace falta para el mantenimiento del rumbo de la vida.
No es efectivo el Bien platónico, lo es más el análisis aristotélico del pensamiento y reflexión necesarios para aplicar la generalidad de la ley, “haz el bien evita el mal”, a una situación concreta.

No hay exactitud en ética. Dar un consejo moral es un peliagudo asunto del que deberían abstenerse aquellos que ni con un dedo están dispuestos a tocar con un dedo las cargas que van a poner en hombros ajenos.

Las diferencias entre saber moral y saber técnico siguen de rabiosa actualidad:
El saber moral es un saberse, una vez adquirido no se olvida, y da lugar a la Experiencia con E mayúscula, porque es la acepción principal de la palabra experiencia: la que cada ser humano va haciendo de la vida, lo que vamos aprendiendo de todo lo que nos pasa.

Un saber moral que no es eterno, porque no hay nada eterno bajo el sol, pero que sí es constante. Molestó a los contertulios aquella afirmación gadameriana de que según Aristóteles el derecho natural es natural y sin embargo cambia. Pero nada más lógico en su aparente paradoja dada la condición histórica del ser humano que no puede estar viviendo de rentas morales sino que en cada época y en cada nueva circunstancia se ve obligado a dar respuesta a nuevos retos que nunca son los de sus mayores aunque lo parezcan.

Así que efectivamente el estado justo es el estado justo y es el mismo siempre, pero no de la misma manera que el fuego arde igual en Atenas que en Persia. Aunque yo me pregunto ¿arde igual el fuego en Atenas que en Persia? A lo mejor no está tan claro ni es tan fácil de responder. Lo justo hoy en España no es lo justo de ayer en la Atenas de Pericles y seremos los españoles de hoy los que hemos de decidir y juzgar sin esperar iluminaciones a la luz del principio general si lo que vivimos y padecemos lo es.

Ver lo correcto por otra parte consiste en entender qué es lo correcto, y a veces estamos ciegos por el impulso o la pasión. El fin es fundamental en moral, salieron algunos asuntos sobre pretendidas rectas doctrinas que no basta escuchar así enunciadas desde una especie de topos uranós platónico. Es preciso saber quién lo dice, por qué y para qué, por ejemplo a raíz del ¡todavía! controvertido tema del aborto que francamente, cansa ver defendido por instancias que demuestran una gran preocupación por los embriones ajenos y ninguna por los bebés robados o los niños abusados en esa misma instancia durante décadas. Y no está nada mal ver el cuadro completo, en cuestiones de moral importa no sólo lo que se dice sino también quién lo dice.

Por cierto que los Derechos humanos se funden en lo que se funden, no salieron de pluma eclesiástica, sino más bien en contra de ella. Las primeras cartas de Derechos proceden de finales del siglo XVIII en las revoluciones americana y francesa. Esta última la Carta de Derechos del Hombre y del Ciudadano fue entendida y recibida como un ataque a los Mandamientos de la Ley de Dios y esta interpretación me consta que casi ha durado en la iglesia católica hasta los tiempos de Juan Pablo II.
Personalmente y aunque su origen sea fruto de la historia y no hayan caído del cielo ni sean una revelación hecha a Moisés, prefiero vivir en un país en cuya constitución se alude y reconoce la carta de Derechos Humanos de la ONU a otro en el que no, por ejemplo ¿Arabia Saudí ha firmado dicha carta? En el caso de las mujeres sabemos que el país deja mucho que desear a pesar de su nivel económico elevado. Y otro por cierto es que hemos de ser conscientes los ciudadanos españoles que nuestro país no figuraba entre los estados firmantes de la Carta en el año de su aparición 1948, estábamos más en la onda nacionalcatólica y tridentina. Otra vez dando pasos atrás en la historia.




No hay comentarios: