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Depósito de ponencias, discusiones y ocurrencias de un grupo de profesores cosmopolitas en Jaén, unidos desde 2004 por el cultivo de la filosofía y la amistad, e interesados por la renovación de la educación y la tradición hispánica de pensamiento.

domingo, 7 de mayo de 2017

FLOR COMO DOMICILIO

En torno a Juan Larrea

Icono del Apocalipsis del Beato de Liébana

Excelente síntesis, Ana, que te agradezco. He escogido al Azar las palabras de un verso de Larrea como título de esta entrada, siguiendo la convicción surrealista de que el azar hace bien las cosas. A veces.

A raíz de algunos comentarios que oí en la sesión de abril, he corregido y ampliado mi ponencia, que se ha convertido en una monografía de treinta folios. La he mandado al Boletín Millares Carló de Las Palmas de Gran Canaria (UNED), donde suelo publicar mis trabajos para la Quinta, ahora exclusivamente en digital, pero accesibles gratis para el "mundo mundial".

Entre los datos que he añadido cuenta la poética que Larrea incluyó en la revista parisina que fundó con Vallejo: *Favorables París Poema*, intitulada "Presupuesto vital". ¡Con qué rigor pensaba e innovaba recuperando español genuino este vasco tan valiente, tan solitario como genial! Ni sombra de papanatismo quien tanto escribió en francés. Defiende allí la tesis simple de que el arte es un artefacto animado, una máquina imperfecta de fabricar emoción. Más allá del clasicismo y del romanticismo el arte es locomoción racional resultado de la colisión arcilla y soplo, materia y espíritu, acostándose antes con la ciencia que con los sistemas filosóficos, que dice detestar.

No he olvidado tu pregunta. Ana: ¿Qué tiene que ver Larrea con ese "firmamento del pasado" que es la cultura griega clásica?

Bueno, él sabe que el cristianismo es un fenómeno helenístico, pero enfatiza su raíz vétero-testamentaria, profética, voluntarista, imaginativa, ultramundana, su interpretación particular de la identidad Lógos = Dios. Aunque habla de armonizar la Nueva Jerusalem del *Apocalipsis* y la Vera Tierra del *Fedón*, cree más bien que la barra de hierro está doblada hacia lo psicosomático (lo griego), lo geométrico y cuantitativo, en detrimento de lo cualitativo y espiritual. Así que nuestro pensador la dobla hiperbólicamente para el otro lado. En este sentido se vuelve hacia el Apocalipsis, la teología paulina del Deus absconditus, del Dios desconocido de la locura proclamada en voz alta, desde el Libro de Daniel y más allá desde el misterio de la zarza ardiente del Éxodo (Ipsum esse, agustiniano). Esta locura es la convicción íntima de un estado de vida más allá de la muerte.

Contrapone así la filosofía "existencialista" de la tradición griega con la "esencialista" judeo-cristiana que apuesta por un más allá de la existencia, un plus ultra, que alcanza también su símbolo histórico en el descubrimiento de un Nuevo Mundo, que es también un horizonte de unidad antropogónica. Para Larrea, el pensamiento griego no alcanzó nunca ese misticismo total en el que la voluntad humana se confunde con la divina, aunque celebra a Plotino. Como él, Larrea es un místico panteísta o -como Lovejoy diría- estamundaneísta o -como yo diría- gradualista, partidario del Principio de plenitud. De este modo la estalactita se funde con la estalagmita. Todo está lleno de dioses -que diría el maestro milesio. Todo es signo de Su tremendo misterio (Rudolf Otto). Es posible una con-versión celeste porque el cielo ya está con nosotros, ya nos toca, la sublimación poética simplemente lo descubre, no lo inventa, expresa la voluntad poética del Creador. En la creación, tal y como la interpreta Larrea, más que de un "diseño inteligente" tendríamos que hablar de un sueño poético presidido por el amor que todo lo vivifica. Un oscuro designio.

Juan Larrea (Bilbao, 1895 - Córdoba, Argentina, 1980)

Para su ascensión, el pensador místico, como el vencejo, sacrifica sus piernas en beneficio de sus alas, al contrario que el filósofo, al decir de Taine, que se corta las alas para robustecer sus piernas. Pero volamos también a lomos de gigantes.

Tu objeción, Ana, es justa: no hay Imaginación sin Memoria, son hermanas gemelas, o un único dios con dos caras: es preciso imaginar para recordar y es necesario recordar para imaginar o fantasear. Pero Larrea ve a la memoria (Mneme, esa diosa platónica) como facultad representativa que mira para atrás o dentro (la Anámnesis), igual que la Polis ideal de Platón estuvo allí, en el pasado, perdida en aquella aristocracia de los mejores, durante la Edad de Oro regida por nobles héroes (la misma retroversión reaccionaria en Nietzsche, por cierto, y en cierto quijotismo). 

Por el contrario, el juego de representaciones y símbolos de Larrea se con-vierte proversivamente hacia el futuro. Es progresista. No me extraña que algunos le vieran como un loco, ¿qué es esto de un progresismo espiritualista, teológico, providencialista, poético, milenarista, profundamente religioso?, se preguntarían. Pues sí, y a mi juicio se esconde en su pensar, el de Larrea, una profunda verdad. El analista de la cultura se percató (también Gustavo Bueno se percató del valor de Cultura como "gracia" ilustrada) de que el progreso no es más que la idea de la divina providencia secularizada, un mito secular, pero esencialmente milenarista. 

(Por cierto que acabo de leer un maravilloso texto de Gide, "Disertación de Prometeo" en que el gran escritor francés, uno de los primeros intelectuales europeos en darse cuenta del desastre que estaba siendo el comunismo en la Unión Soviética, identifica el progreso con el águila que le come el hígado al titán filántropo. Titán que reconoce que no ama a los hombres, sino más bien lo que devora a los hombres desde que les entregó el fuego).

Ese afán de progreso, esa ilusión de cambio a mejor, esa voluntad de trascendencia, esa inquietud del espíritu, es un invento hebreo, está implícito en el voluntarismo historicista que alienta ya en el Pentateuco, en la filosofía de la historia de Agustín, de Joaquín de las Flores, en la metafísica de la historia de Kant, o en el materialismo histórico de Marx (que nació donde fue ejecutado Prisciliano)...

Y este es el reproche que le hace a Hegel: que fue demasiado griego, que cerró el círculo del tiempo (antes de tiempo), en lugar de dejarlo abierto al misterio del futuro espiritual de la humanidad. Prefiere a Schelling. De Heidegger, sólo admite la primacía del Tiempo sobre la extensión cartesiana, como la duración bergsoniana sobre el espíritu de geometría (vive Pascal!). Nuestro querido Emilio López Medina guiñará los ojos, tan convencido como estuvo -no sé si aún lo está- de que el ser es reducible a extensión.

A la vida, piensa Larrea, le importa más el tiempo que el espacio, de ahí que la lógica de nuestra biografía sea la lógica del relato. Larrea anticipa puntos de vista que luego tendrán amplio desarrollo en la hermenéutica de un Ricoeur por ejemplo. Este es un destino hispano trágico: poner el germen de lo que luego será un organismo desarrollado en otra parte, desconociendo la gloria y el mérito del pionero. También habla Larrea del inconsciente de la especie como un lenguaje (v. Lacan).

El teologismo de Larrea es un teleologismo. La cuarta dimensión temporal la aporta precisamente la cuarta causa de Aristóteles. La finalidad, o sea, el Bien que no conocemos pero que vislumbramos. Por eso el hombre camina en la faz del Espíritu creador, aún sin saber muy bien hacia donde va suspendido en una esfera del Cielo real, en versión celeste.

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